Ficha del festejo:
Plaza de toros de México D.F. Algo más de un tercio (15.000 espectadores). Toros de Jorge María y San Isidro (4º, 5º y 6º). Tras el paseíllo los tres toreros fueron obligados a saludar.
Uriel Moreno "El Zapata" (de maquillaje e hilo blanco): Pitos y oreja protestada.
Morante de la Puebla (de verde esperanza y oro): Silencio y dos orejas.
José Mauricio (de teja y oro): Ovación con saludos y aplausos.
Crónica:
Así
hemos vivido la narración on-line de la quinta corrida de toros de la Temporada Grande
en la Plaza México ,
donde Morante de la Puebla
ha bordado el toreo al natural y ha salido a hombros tras cortar dos orejas del
segundo ejemplar de su lote, en un festejo en el que El Zapata paseó un trofeo
protestado por el público y José Mauricio perdió otro por el mal uso de la
espada:
El Zapata fue abucheado con el toro de Jorge María que abrió
plaza en la México. El
mexicano, que con el capote destacó en un quite por delantales en el primer
tercio -en el que fue muy medido el ejemplar en varas-, lució especialmente en
el tercio de banderillas, abierto con el par monumental -compuesto por un
primer par al quiebro y al violín en los medios precedido de una ajustada
pirueta y un segundo al violín cuarteando- y otro clavando por los adentros
ejecutado tras un recorte previo. Brindó al público El Zapata, que arrancó con
un variado inicio por alto entremezclado con distintos adornos. Luego, alternó
series por ambos pitones ante un toro noble pero justo de raza. Lo mejor fue el
temple, relajo y asentamiento mostrado en la primera serie diestra y un par de
arrucinas finales que despertaron al público, que no terminó de entrar en la
sobria labor del mexicano. Un feo bajonazo emborronó su quehacer.
Recibió El Zapata al cuarto con faroles y largas cambiadas
de rodillas. Ya de pie, instrumentó chicuelinas y delantales para llevar al
toro al caballo. Sin apenas ser picado, se cambió el tercio y el torero ejecutó
un vistoso quite por zapatinas, un tipo de lance cosecha propia del matador.
Con las banderillas ejecutó el tres en uno, clavando uno detrás de otro un
primer par monumental, un segundo al violín con galleo previo y un tercero
cuarteando por dentro y citando muy en corto. Puso al público en pie. Con la
muleta, se fue a los medios para empezar con el muletazo del imposible y varios
cambiados por la espalda. Molestó el viento durante una lidia en la que sacó
buenos muletazos por el lado derecho y unos suaves naturales por el izquierdo,
con el toro yendo a menos hasta terminar aculado en tablas. Entró a matar o a
morir, dejando la espada arriba y obteniendo una oreja protestada.
Abanto y pensativo salió el segundo, que puso en apuros a
Morante con el capote en el recibo. Manseó el de Jorge María en varas,
desmontando al picador que guardaba la puerta. En su turno de quites, José
Mauricio toreó por ceñidas gaoneras. El sevillano, con la muleta, lo intentó
frente a un ejemplar de mansa, rajada, incierta y muy deslucida condición en
una labor plana que no tuvo ningún atisbo de brillantez. Lo cazó a la primera
con la espada y se dividieron las opiniones.
El quinto mostró brusquedad y violencia de salida, manseando
también ostensiblemente durante todo el primer tercio. Cuando todo hacía
presagiar que no podría haber faena lucida por la condición del animal, Morante
cuajó tres series de naturales sencillamente inolvidables por su aparente
imposibilidad. Suavidad, cadencia, ritmo, empaque, sello… todo eso y más tuvo
el toreo de Morante, que una vez roto con el toro con la mano zurda dejó
también una postrera serie diestra para enmarcar, ya con el animal metido en la
muleta. El toreo habló por sí solo y el sevillano, tras dejar media estocada
arriba, paseó las dos orejas.
José Mauricio dejó de salida ante el tercero alguna verónica
estimable rematada con buena media. Lució después en el quite, toreando por
chicuelinas coronadas con una personal revolera. El animal de Jorge María llegó
a la faena de muleta encastado y embistiendo con mucho poder y emotividad a la
muleta del diestro azteca, que toreó por los dos pitones con clasicismo pero
sin terminar de entenderse con el astado en una labor con altibajos y falta de
estructura. El pinchazo hondo que dejó entrando a ley fue suficiente. Saludó
desde el tercio el torero como premio, fundamentalmente, a su decisión.
El sexto salió suelto de los capotes y empujó y derribó en
varas. Mauricio, que con el capote brilló en un quite por caleserinas, se
mostró en torero toda la faena de muleta, si bien no siempre terminó de
entender al manejable ejemplar de San Isidro que cerró plaza. Pinchó y perdió
la posibilidad de tener premio.
Fuente: Aplausos.es
Fuente: Aplausos.es