viernes, 18 de marzo de 2011

Valencia 17 de marzo de 2011

Ficha técnica:

Plaza de Toros de Valencia. Sexta de Fallas. Con lleno en los tendidos, se han lidiado seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y deslucidos. El sexto fue el más encastado, y el quinto manejable. El resto se apagó pronto.

Morante de la Puebla (de fucsia y oro) saludos y silencio.

Manzanares (de azul añil y oro) oreja y saludos.

Daniel Luque (de rioja y oro) silencio y saludos.

Crónica:

Faena de figura. Se le esperaba en Valencia, donde tantas veces había apuntado pero jamás había acabado de disparar. Y disparó, esta vez vaya si disparó. Y si no dio en el centro de la diana fue porque el estoque, que tantos éxitos le ha dado, esta vez se alió en su contra.

El toro en cuestión, el quinto, no parecía mejor que otros. Pegaba un seco tornillazo al final de los pases y salía distraído en demasiadas ocasiones. Pero Manzanares supo templarlo con exquisitez milimétrica. Ese fue el secreto de que el animal embistiese pareciendo mejor de lo que realmente era.

Y la faena fue a más, siempre a más. Largos los derechazos, extensos los naturales, inacabables los pases de pecho. Toreo exquisito con goteos excelsos, en los que el olé se prolongaba hasta el infinito. Y con las dos orejas seguras, apostó por dos veces a matar recibiendo. Pinchó en ambas ocasiones, y en dos más al volapié, y el premió quedó en ovación, que no el recuerdo.

Antes había cortado una oreja del segundo, un buen toro, bueno pero al límite de las fuerzas, y por lo tanto de la transmisión. Manzanares supo tirar de él dejando que metiese la cara en la muleta y llevándolo siempre muy toreado en series ligadas sin enmienda. Largos los pases de pecho, prácticamente circulares rematados en la hombrera contraria, y, esta vez sí, monumental la estocada.

Verónicas cadenciosas, chicuelinas parsimoniosas, armonía siempre; el capote de Morante en el primero, al que lamentablemente le faltaron las fuerzas. Apenas duró en la muleta. El inicio de faena ayudándose por alto, sentado en el estribo. La tauromaquia de El Gallo en el siglo XXI. Luego dos series suaves, sin apenas toques, ausentes de la mínima brusquedad, entre algodones, y... se acabó.

Antes incluso se acabó el cuarto. Más bien ni llegó empezar. Nula casta, nulo contenido.

Daniel Luque tuvo la oportunidad con el que cerraba festejo, el más serio de la corrida. Inicio esperanzador que se truncó después de que el astado le sorprendiera en un par de ocasiones. La faena decayó, y ya no fue capaz de volver a levantarla. Lo intentó en la parte final, metiéndose entre los pitones, más de cara a la galería, con efectismos, incluso con cabezazos al toro poco estéticos. Era toro para mandar, de faena sólida o nada, pero faltó directriz y salió embarullada.

Lo más brillante lo protagonizó frente al tercero, cuando cruzó la plaza toreando a la verónica, ganando pasos, acompañando los viajes con el pecho. Pero con la muleta tuvo que ejercer de enfermero. Toreo de salón, a media altura, de nula emoción, hasta que el público se lo recriminó.

Acabó la tarde y volvimos a poner los pies en el suelo. Flash back. Después del regalo de bravura del día anterior la falta generalizada de casta volvió a apoderarse de la plaza, tal y como venimos sufriendo a lo largo de la Feria. ¿Alguna vez podría ser normal que embistiesen cuatro o cinco toros por corrida y no al revés?





Fuente: Burladero.com

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