Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Novena de abono. Lleno de no hay billetes. Se lidiaron cinco toros de El Pilar y uno de Moisés Fraile (6º, devuelto) sustituido por un sobrero de Parladé. Bien presentados y faltos de fondo. Tras finalizar el paseíllo el público ovacionó a Morante de la Puebla. Se desmonteraron tras banderillear al 5º Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera.
Morante de la Puebla (de caña y oro): Ovación con saludos y silencio.
Miguel Ángel Perera (de grana y oro): Ovación con saludos y silencio.
Daniel Luque (de berenjena y oro): Ovación con saludos tras aviso y oreja.
Crónica:
Daniel
Luque ha cortado en el sexto la única oreja del festejo de hoy en Sevilla. El
de Gerena obtuvo el trofeo de un sobrero de Parladé cuando la tarde parecía
abocada al fracaso. Hasta la lidia de ese ejemplar que cerró plaza, sólo
destacó el capote de Morante y la actitud de Perera, que recibió a sus dos
toros en la puerta de chiqueros.
Así vivimos la narración on-line del festejo:
Una vez roto el paseo, la Maestranza tuvo un recuerdo para
Morante por lo que el sevillano hizo el pasado lunes, tributándole una sentida
ovación. El de la Puebla correspondió en un notable quite por verónicas al que
dio réplica un valiente y firme Perera por gaoneras. Respondió Morante, que
bordó el toreo de nuevo con el capote. Un verdadero alboroto. Sensacional el
torero, con un par de lances bellísimos, otras tantas chicuelinas, con garbo y
gusto, y una media que puso la plaza boca abajo. El toro de El Pilar, que salió
abanto y manseando en los primeros tercios, arreó en banderillas y llegó rajado
al último tercio, sin permitirle ni un muletazo al sevillano, que fue
ovacionado.
Un Morante muy dispuesto y con ganas se encontró enfrente en
cuarto lugar a un toro venido a menos de El Pilar que embistió andando y sin
entregarse en la muleta. Brindó la faena el sevillano a Francisco Rivera
Ordóñez, que se encontraba presenciando el festejo en una de las barreras de la
plaza. Labor de más querer que poder coronada de una estocada habilidosa.
Perera regresó a la Maestranza y lo hizo yéndose a
portagayola para recibir a "Ligante". El extremeño recetó un buen
ramillete de verónicas, muy templadas. Entró en quites Luque, por ceñidas
chicuelinas. Muy bien desde el inicio el extremeño ante un toro que si bien
acudió con nobleza tuvo cierta sosería e irregulares embestidas. Sobrado
Perera, muy por encima del toro por actitud, compromiso y exposición. Estuvo
variado en una faena construida en los medios. Gustó en su vuelta al coso
hispalense, rematando de contundente estocada.
El quinto capítulo de la tarde resultó insulso. De nuevo a
portagayola el extremeño, que abrió su faena a media altura, cuidando al toro
que anduvo muy falto de poder. Cada vez que Perera exigió con la muleta el toro
se afligió. La faena, que se alargó aunque no emocionó, navegó entre la
voluntad del torero y la poca emoción del animal.
Buen toro fue el que hizo tercero pese a que blandeó y le
faltó empuje en el último momento del embroque. Y buena fue también la faena de
Daniel Luque que anduvo inteligente administrando las fuerzas del toro para
cuajar una labor, de menos a más, compuesta desde la quietud y la verdad y
que tuvo los momentos más destacados en su parte final.
El sexto, con el hierro de Moisés Fraile, blandeó en exceso
en los primeros compases y obligó a asomar el pañuelo verde. En su lugar salió
un sobrero de Parladé que tuvo las fuerzas justas pero acabó sirviendo por el
pitón derecho en la muleta, por donde galopó y duró con buen son. Por el lado
izquierdo, sin embargo, fue menos agradecido, punteando los engaños resultando
molesto. Hubo un momento clave en la faena: la gente pedía a la banda de música
que arrancara a tocar el pasodoble, pero ésta no lo hizo y, cuando se decidió a
hacerlo, el torero pidió que cortara por su demora. Sin embargo, el maestro
Tristán señaló con gestos al torero que siguiera toreando, ya que él no iba a
dejar de dirigir los acordes. Al final, la actitud de Luque y el espadazo que
recetó en la suerte suprema justificaron la concesión de una oreja que maquilló
en parte el pobre resultado de una tarde en la que hubo más toreros que toros.
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