jueves, 1 de agosto de 2013

Valencia, día 27 de julio de 2013.

Ficha del festejo:
Plaza de toros de Valencia. Más de dos tercios de plaza. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq (1º, 3º y 5º) y de Victoriano del Río (2º,4º y 6º) bien presentados y de poco juego salvo el encastado 2º y el manejable 6º. Por tercer día consecutivo se guardó un minuto de silencio por las víctimas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela. 

Morante de la Puebla (de nazareno y oro): Silencio, silencio y oreja tras aviso.

Alejandro Talavante (de caña y oro): Oreja, silencio y oreja tras aviso.

Crónica:
Alejandro Talavante ha salido a hombros tras cortar dos orejas, una al segundo y otra al sexto, en el mano a mano que ha protagonizado esta tarde junto a Morante de la Puebla en Valencia. El extremeño contó con el mejor lote de una corrida en la que fallaron los tres toros de Juan Pedro Domecq. A pesar de ello, el sevillano arrebató por momentos al público en su lidia al quinto, obteniendo también un trofeo que no quiso pasear tras escuchar algunas protestas del público. De los de Victoriano del Río, hubo un toro importante por encastado -el segundo- y otro manejable que fue el que cerró plaza.
Así les hemos ido contando, toro a toro, el desarrollo del espectáculo:
Abrió plaza un toro de Juan Pedro Domecq de embestida mortecina. Morante, que dejó de salida varios lances a pies juntos repletos de cadencia, ritmo y temple, coronados con una chicuelina y una fantástica media, abrevió con un animal muerto en vida desde el comienzo de su lidia. Fue silenciado.
Se repitió la historia con el tercero, un colorado de Juan Pedro de preciosas hechuras pero que se paró irremisiblemente y no generó ninguna emoción. El de La Puebla apenas pudo dejar algún esbozo en el comienzo de faena sobre el pitón derecho, con un toreo limpio, armonioso y compuesto, pero el toro perdió ahí el poco gas que tenía y se acabó una película que, en realidad, prácticamente ni llegó a comenzar.
Cuando parecía que iba a por la espada con un toro de muy deslucida condición, cuando los pitos comenzaban a fraguarse y el desencanto se apoderada de los tendidos pues Morante iba a marcharse en blanco de Valencia, el sevillano se hizo el ánimo y cuajó dos series sobre la mano derecha que pusieron al público en pie. De la nada al todo, tal y como es su tauromaquia; de la decepción al alborozo en apenas unos segundos. Lástima que después el manso colorado, que nunca humilló ni quiso emplearse en las telas, no le permitiera redondear su sabrosa actuación, basada casi exclusivamente por el pitón diestro. Mató de una estocada entera y el público compensó con una oreja el esfuerzo del sevillano, quien, sin embargo, ante algunas protestas del público, decidió no pasear el trofeo.
Repitió con fondo de casta el segundo, un toro de Victoriano del Río que transmitió y tuvo emoción pero que no fue fácil porque soltaba la cara en sus emocionantes repeticiones. Talavante estuvo bien con él, desde los lances de recibo a la verónica hasta las manoletinas finales. Entre medias, un firme inicio de faena con muletazos por alto, quieta y firme la planta, sin enmendar la plana,  series alternas por ambos pitones en las que encauzó bien el torrente de embestidas del encastado morito, y una caída en la cara empujado por los cuartos traseros del bicho que añadió más tensión a la faena. Hubo oreja para el extremeño y ovación en el arrastre para la res, que dobló tras una estocada entera.
El mansurrón cuarto, más despegado del suelo, se rajó pronto y resultó deslucido. Poca historia tuvo la faena de Talavante, realizada casi en su totalidad en terrenos de tablas. Antes, provocó en el tercio de varas una espectacular caída de latiguillo al picador en su encuentro con el caballo.
Sin terminar de entregarse, el sexto fue un toro manejable. Aún pareció mejor en manos del torero, que logró importantes momentos toreando por los dos pitones. Varios naturales y derechazos tuvieron especial largura y temple. Al final de la faena, tras unas bernadinas cambiando el viaje del toro y un fenomenal cambio de mano, el toro derribó con sus cuartos traseros al torero cuando éste se dormía instrumentando un sensacional pase de pecho. Pisoteado por el animal en unos angustiosos momentos, y visiblemente maltrecho por la paliza, mató de una estocada a toro arrancado y un certero golpe de descabello dio paso a la concesión del trofeo que le abría la puerta grande.

Fuente: Aplausos.es










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